Durante años las empresas han invertido grandes cantidades de recursos en atraer talento externo, buscando fuera lo que muchas veces ya tenían dentro
Ahora este paradigma ha dado un giro; la lucha y escasez de talento ahora se centran en la capacidad de adaptación, que se ha convertido en una competencia estructural. Las organizaciones más preparadas son las que mejor desarrollan su talento y no necesariamente las que más talento captan.
En la actualidad el auténtico desafío de los equipos de recursos humanos reside en ayudar a sus personas a desplegar todo su potencial y, en este contexto, la formación se convierte en una responsabilidad estratégica para cualquier compañía.
Formación para organizaciones ágiles, adaptables y responsables
El papel de la formación en las organizaciones ha cambiado profundamente. Ya no se trata de ofrecer cursos para completar un itinerario, ni de cumplir con un plan anual basado en determinados temas.
Las tendencias actuales apuntan a modelos de aprendizaje mucho más dinámicos. Entre ellas, destacan la formación en habilidades digitales básicas y avanzadas, como la ciberseguridad y la IA, que ya forman parte del lenguaje común de cualquier puesto de trabajo. También gana fuerza la personalización de los programas formativos, adaptados al ritmo, perfil y contexto de cada profesional. A ello se suma el uso de tecnologías como la realidad virtual y aumentada, que permiten simular entornos complejos y facilitar un aprendizaje más inmersivo y práctico y la formación continua, que se consolida como una responsabilidad de las organizaciones para fomentar el desarrollo de sus equipos.
En este nuevo marco, conceptos como la formación dual han ganado relevancia al permitir una integración real entre el conocimiento académico y la experiencia profesional. Este modelo, que combina la teoría con la práctica en entornos reales de trabajo, ha demostrado ser una vía eficaz para preparar a los futuros profesionales desde una perspectiva más realista y conectada con el tejido empresarial. Dicho modelo, además, implica un doble compromiso, para las personas con su formación y para las empresas con la búsqueda de talento. Esa colaboración entre los mundos educativo y empresarial acorta la distancia entre ambos y genera una responsabilidad compartida: formar a quienes serán protagonistas del futuro profesional.
Innovar en metodologías, detección y evaluación
No basta con decidir en qué formar, hay que entender para qué se forma y a quién. Uno de los mayores retos de los departamentos de personas y desarrollo es alinear las necesidades individuales con los objetivos globales de la empresa. Esa alineación no puede improvisarse, requiere tiempo, escucha y una metodología clara.
Las evaluaciones de desempeño son un proceso estructurado para analizar el rendimiento de los empleados, sus fortalezas y áreas de mejora. Lo que inicialmente se concebía como una revisión anual para medir resultados, ha evolucionado hacia interacciones más frecuentes y significativas, como reuniones trimestrales o incluso mensuales. En estos espacios, se busca entender las necesidades personales y profesionales, identificar habilidades destacadas y ofrecer apoyo para la formación continua.
Sin embargo, innovar en formación implica también revisar sus formatos, su enfoque y sus tiempos. Las personas aprenden de forma distinta, en momentos distintos y con motivaciones diferentes. Apostar por modelos más flexibles, dinámicos y experienciales permite que el conocimiento se interiorice con mayor profundidad.
Igual de importante es medir el impacto de la formación. Demasiadas veces se cae en la tentación de asumir que formar es avanzar, cuando la verdadera pregunta es si la formación está transformando la manera de trabajar, de relacionarse o de liderar. Hay que evaluar para saber si la formación genera cambios reales y si está contribuyendo al progreso individual y colectivo. Esa medición justifica la inversión y permite ajustes y mejoras de forma continua.
Marcando la diferencia en formación
La transformación de las organizaciones es transversal y acelerada y los contenidos de los programas formativos deben evolucionar al mismo ritmo. La formación técnica ya no es suficiente y el foco se está desplazando hacia nuevas competencias que afectan a todas las capas de la empresa, independientemente del rol o del área.
Una de ellas es el desarrollo de habilidades blandas (soft skills). La capacidad para comunicar, liderar, empatizar, adaptarse o resolver conflictos marca la diferencia entre un equipo que simplemente funciona y otro que se cohesiona y que avanza. La inteligencia emocional se ha afianzado como una competencia transversal que potencia el resto de las habilidades. Saber cómo se siente uno mismo y cómo influyen nuestras emociones es una cuestión de eficacia en los entornos profesionales.
Junto a ello, el bienestar y la salud mental ha adquirido una dimensión estratégica. Una empresa que apuesta por el bienestar de sus personas, que previene el agotamiento emocional y que promueve entornos psicológicamente seguros, está construyendo las bases para una cultura más humana y comprometida.
Para terminar, la imparable evolución de la inteligencia artificial en las organizaciones está transformando las tareas y habilidades requeridas en los puestos de trabajo, disminuyendo las transaccionales a favor de las técnicas y, sobre todo, de las relacionales. Anticipar la adopción de estas nuevas habilidades por parte de todas las personas trabajadoras es un nuevo reto que debe cubrir la formación.
La formación, por tanto, no puede limitarse a cubrir vacíos de conocimiento. Su propósito es acompañar a las personas en su crecimiento, inspirarles a superarse y conectar sus capacidades con las necesidades de su empresa y las necesidades del futuro.
Porque el talento ya está en tu equipo. Y no necesita más presión, necesita oportunidades para aprender, para equivocarse, para aportar y para liderar desde la autenticidad. Acompañar a las personas en ese camino es una de las decisiones más inteligentes que puede tomar una organización que aspira a crecer y progresar con sentido.

Artículo publicado el 27/06/2025