La Autoridad Independiente de Protección del Informante: más que un organismo, un cambio cultural en las empresas

La Autoridad Independiente de Protección del Informante: más que un organismo, un cambio cultural en las empresas

La creación de la Autoridad Independiente de Protección del Informante (AIPI) no es un simple trámite administrativo ni un “nuevo organismo más”. Representa un cambio profundo en la manera en que se entienden la transparencia, el cumplimiento normativo y la cultura corporativa en España.

Durante años, hablar de canales internos de denuncia se asociaba a la burocracia: formularios que nadie usaba, buzones de sugerencias polvorientos o direcciones de correo electrónico que nunca se revisaban. Con la entrada en vigor de la Ley 2/2023 y la puesta en marcha de la AIPI, esta percepción queda atrás. Hoy, el silencio cómplice ante irregularidades tiene un coste muy alto, y las empresas ya no pueden mirar hacia otro lado.

1. La figura del informante: de “soplón” a garante de integridad

Uno de los mayores avances que trae la AIPI es el reconocimiento social y legal del informante. Tradicionalmente, quien denunciaba era visto con recelo, etiquetado como “traidor” o “soplón”. Sin embargo, la normativa europea —trasladada a España con la Ley 2/2023— da un giro radical: el informante pasa a ser una pieza clave en la lucha contra la corrupción, el fraude y las malas prácticas empresariales.

Este cambio de paradigma no solo protege al trabajador: protege también a la empresa honesta, que evita que una irregularidad aislada pueda poner en riesgo su reputación o sus relaciones con terceros.

2. La AIPI como garante de igualdad en el sistema

España es un país con 17 comunidades autónomas, cada una con sus instituciones y competencias. Hasta ahora, esto generaba desigualdades en la manera en que se gestionaban las denuncias. La AIPI aparece precisamente para evitar criterios dispares, asegurando que un mismo caso tenga un tratamiento homogéneo, aunque afecte a varias regiones.

Además, la AIPI coordina y supervisa los canales internos de las empresas, garantizando que funcionen de verdad y no se conviertan en una mera fachada. Su función sancionadora añade un elemento esencial: si una empresa instala un canal de denuncias “de pega” o permite represalias encubiertas, se expone a multas de hasta 1 millón de euros.

3. Obligaciones concretas para las empresas

Para las organizaciones, la entrada en juego de la AIPI no es opcional. Supone cumplir con varias obligaciones muy claras:

Canal interno de denuncias: debe ser accesible, seguro y confidencial. No basta con un correo electrónico genérico; la herramienta debe permitir la trazabilidad, el anonimato y la gestión ordenada de los casos.

Responsable del sistema: la empresa debe designar a una persona o unidad como encargada del canal y comunicarlo antes del 31 de octubre de 2025.

Protección frente a represalias: prohibido despedir, degradar, sancionar o acosar al informante. Cualquier represalia puede revertirse y generar sanciones adicionales.

Colaboración con la AIPI: si el caso se eleva al canal externo, la empresa debe cooperar, aportar información y garantizar la no interferencia en la investigación.

Estas obligaciones no solo tienen una base legal, sino que se traducen en ventajas prácticas. Una empresa que gestiona bien su canal interno evita que los problemas lleguen a mayores, mejora su reputación y reduce riesgos legales y económicos.

4. Más allá de la sanción: oportunidad para generar confianza

Un error frecuente es ver el cumplimiento como una “carga”. Sin embargo, bien gestionados, los canales de denuncia son un instrumento estratégico para las empresas.

Lo que antes se veía como un riesgo (“¿y si recibo muchas denuncias falsas?”) se convierte en una ventaja: un sistema de alerta temprana que protege a la organización antes de que los problemas estallen.

En este sentido, el canal deja de ser un “impuesto normativo” y pasa a ser una herramienta de prevención interna, tan importante como un protocolo de ciberseguridad o un plan de igualdad.

5. Retos y perspectivas de futuro

La AIPI tiene por delante varios desafíos cruciales:

  • Recursos suficientes: un organismo sin medios ni personal sería un “tigre de papel”. La eficacia dependerá de que cuente con juristas, técnicos y medios tecnológicos a la altura de su misión.
  • Cambio cultural en las empresas: no basta con instalar un software; se necesita liderazgo, comunicación interna y formación para normalizar el uso del canal.
  • Equilibrio entre protección y abuso: la AIPI debe garantizar que se proteja al informante real, evitando al mismo tiempo que se utilicen los canales para venganzas personales o denuncias malintencionadas.

Si estos retos se superan, estaremos ante un auténtico punto de inflexión: un sistema donde denunciar irregularidades no sea un acto heroico, sino un procedimiento normal, respaldado y respetado.

6. Conclusión: un camino hacia la confianza

La creación de la AIPI marca un antes y un después en el ecosistema empresarial español. No se trata solo de cumplir la Ley 2/2023, sino de construir una cultura de integridad, donde empleados, directivos y administraciones compartan un mismo mensaje: “En esta organización, la legalidad y la transparencia no son negociables”.

Para las empresas, la elección es clara:

  • O ven la AIPI como una amenaza y cumplen a regañadientes.
  • O la convierten en una aliada, integrando el canal de denuncias como una herramienta de prevención, confianza y reputación.

En definitiva, la AIPI no es un fin en sí misma, sino el medio para reforzar el compromiso empresarial con la ética y la transparencia. Y en un mercado cada vez más exigente, donde clientes, proveedores e inversores valoran la integridad tanto como el precio, esta puede ser la diferencia entre quedarse atrás… o liderar el futuro.

protección del informante
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Artículo publicado el 06/11/2025